Prólogo de
postguerra
1945 no es fecha en España: no existe tal país sino como un campo de
concentración para una parte considerable de su población de habitantes:
existe una España del exilio, aún buscando la vida y asiéndose a las
tablas de salvación de la liberación de París y a lo que eso debiera
haber significado: un exilio interior, también de gente presa, en trabajos
forzados, escondida en agujeros inencontrables, de profesores y obreros
represaliados, de hambre negra -producto de aislamiento, que se iniciará
entonces, pero también de haber sido granero del Tercer Reich-, de mujeres
rapadas, viudas y beatas, de niños tiñosos y tuberculosos. Existe tambien una España que no habiendo aceptado la
política republicana de los años 30, esperaba la paz después de la guerra.
Y la España de Goya: es la época de la irresistible ascensión de José Ibáñez Martin, Ministro de
Educación Nacional de Franco.
No hubo entonces un Acta de Educación como la británica de 1944, ni un Comité Harvard para la democratización de la
enseñanza, ningún Plan Langevin-Wallon, ni el destejer una política progresista como el México
postcardenista. ..Ni siquiera un octubre de 1945 -alusión a Perón- con
perdón...
Hubo la nada y reglamentos: en 1938 se había dictado una Ley del bachillerato, en 1943 se promulgó la Ley Ordenación Universitaria y en 1945 la Enseñanza Primaria
tuvo su Ley.
En el año 1945 habían transcurrido seis desde el final
de la Guerra Civil española: a la política de aniquilación de los adversarios republicanos había sucedido la de la
organización de la represión cara al sostenimiento del "Movimiento Nacional", la anulación de las reivindicaciones
obreras, la supresión de libertades, la negación por un largo
tiempo de los sistemas democráticos y el afinamiento y
apuntalamiento del aparato ideológico del franquismo. Como
es habitual, la educación era un pilar en ese sistema de dominación: no se pueden encontrar aspectos pedagógicos
o educativos en la realidad de la educación española de esos años.
La reforma del bachillerato del año 1938 -es necesario
saltar siete años atrás porque no va a haber nuevas formas
hasta entrados los años cincuenta- no fue tal.
La Ley de Ordenación Universitaria de 1943 fue un
reglamento franquista en la línea de los sucesivos de la
época de la Segunda Dictadura.
Con 1945 -la Ley de Enseñanza
Primaria- un nuevo
diseño de la realidad se va a llevar a cabo.
Introducción Académica
España entre 1954 y 1992 es una vida, una experiencia, un ejemplo no se sabe bien de
qué: del tránsito -demasiado largo- de un régimen político autoritario a la democracia liberal
progresista; de un país aislado internacionalmente
-más durante 1939-1945- a un Estado de cuña en la
Guerra Fria; de una gente extrema, primitiva, ancestral y
racial-probablemente la de Bizet- a un universo de consumidores modernos; de una antorcha ideológica -o un
banderin de enganche para la juventud- a un modelo de
Transición Democrática alabado por casi todos; de un ciclo
largo de alfabetización; de un proceso de cambio de estructura social y económica.
Para quienes vivieron la experiencia de los Años
Treinta españoles -es España, desde Europa, a otra orilla
del Atlántico- dicha viviencia les ha marcado de por vida:
por las metáforas culturales de la época, por la cultura
política de entonces, por el desarrollo de compromisos
religiosos y sociales, por las formas amorosas y de amistad
que se vivieron entonces:
". ..Te escribo, con el papel apoyado
contra las rodillas, mientras las oigo hablar y trato de decirles cuánto amo a España y sólo se me
ocurre hablar de mi primera visita a Toledo, una
ciudad que yo imaginaba como la pintó El
Greco, envuelta en una tormenta de relámpagos y nubes verdosas, asentada sobre un Tajo
ancho, una ciudad, ¿cómo te diré?, que estuviera en guerra contra sí
misma. Y encontré una
ciudad bañada de sol, una ciudad de sol y
silencio y un alcázar bombardeado, porque el
cuadro del Greco -trato de decirles- es toda
España y si el Tajo de Toledo es más angosto,
el Tajo de España se abre de mar a mar. Esto he
visto aquí, papá. Esto trato de decirles. .."
"Yo no
temo. Del otro lado está la frontera y
pasaremos esta noche en Francia; en una cama
bajo techo. Cenaremos bien. Me acuerdo de ti y
pienso que no sentirías vergüenza, que harías
lo mismo que yo. Tú también luchaste. y te darla
gusto saber que siempre hay uno que sigue la lucha. Sé que te darla gusto. Pero ahora esta
lucha va a terminar. En cuanto crucemos la frontera, se habrá acabado el miembro
rezagado de las brigadas internacionales y empezará
otra cosa. Nunca olvidaré esta vida, papá, porque en ella aprendí todo lo que
sé..."
(Carlos Fuentes: La Muerte de Artemio Cruz)
Por eso comenzar
hablando, sin más de 1945, es
esconder el bulto, comenzar con un escorzo, hacer mutis
por el foro. Probablemente, también, ocultar la historia. En
1945 nadie entró en Madrid: la Salamanca de Unamuno, el
Madrid de Ortega, de Azaña, el Bilbao de Prieto, la Barcelona
de Vidal Barraquer o Puigelías, la Asturias de la reivindicación social... No hubo un Patton, un De
Gaulle, un
Eisenhower.
1945 fue un "Santiago y cierra España". El comienzo
de un largo período de aislamiento y autarquía, de solipsismo político, de
control extremo de la
población, de represión
del pluralismo político, educativo y cultural, la confirmación -después del final de la Guerra
Mundial- de que se avecinaban tiempos duros donde resistir -el hambre, la
enferme
dad, la ignorancia- era esencial. España se salió de la
historia, aunque la reprodujera en forma caricaturesca y la
representara en forma trágica.
¿Y Madrid? Lo dijo Dámaso
Alonso:
"Madrid era un millón de cadáveres".
El período comprendido entre 1945 y 1992 está
cruzado por meridianos de muy diversa índole:
Desde el punto de vista político 1945 es el auge de lo
que se ha llamado nacional-catolicismo, la fusión de Estado-Régimen e Iglesia
Católica, uniendo carisma y autoridad, convirtiendo al Estado en
confesional. no sólo jurídicamente sino hasta en las menores manifestaciones de su
despliegue público. Un autor como Ramírez Jiménez califica
de "totalitarismo" ese tiempo y enumera sus manifestaciones: un jefe
carismático, un partido único, una ideología
oficial y el despliegue de un Estado-policía.
Entre 1945 y 1960 se
desarrollaría una
"Dictadura
empírico-conservadora". con un desarrollo económico, cierta apertura exterior. recuperación de características
modernas del mercado interno.
A partir de 1960 y hasta el fallecimiento del
dictador,
en noviembre de 1975, se despliegan las formas de un "franquismo tecno-pragmático":
desarrollismo, consumismo, tecnocratismo, industrialización acelerada.
La Transición
Democrática, en plena crisis económica mundial, está dividida por el Ecuador
de 1982, con el
cambio político: a los Gobiernos de 1977-1982, tardofranquistas,
antifranquistas, liberales, demócrata cristianos, sucederán los gobiernos socialdemócratas hasta más
allá de 1992. Las caracteristicas de la vida política serán la
reinstauración jurídica del Estado Democrático Social y de Derecho, la separación
Iglesia-Estado, la consagración legal
de las libertades políticas, religiosas y económicas. el modelo de Estado
de las Autonomías, más allá del Estado Federal,
un modelo económico mixto tendiendo al Estado liberal. La
Constitución de 1978 y elecciones libres con la edad electoral en los 18
años. son la consagración de tal modelo.
Desde el punto de vista intelectual 1945 es el fin del
período duro del franquismo de Guerra Civil -tal vez entonces termina realmente la Guerra-
y la necesidad de un
proceso de relaciones con el exterior que se fraguarán en los
Cincuenta- de 1953 es el Concordato con la Santa Sede, de 1953, los acuerdos
hispanoamericanos, de 1955, la aceptación en ONU-, la estigmatización permanente
del exilio. Entre 1951 y 1956 se produce la primera "liberalización"
intelectual, que comienza muy incipientemente en la Universidad, al amparo del despegue
económico, que se alargará, hasta 1962. Sigue un proceso de pretendida
desideologización que algunos intelectuales orgánicos del franquismo establecen hasta entrados los
70, en paralelo con un segundo proceso de libertades intelectuales restringidas.
Entre 1968 y 1975 se da el denominado
tardofranquismo: la pervivencia de unas formas politicas que cada
día se corresponden menos con el espectro social. En 1969
se da todavia -al igual que en 1975- la instauración del
Estado de Excepción, que significa la suspensión de todo
tipo de garantías jurídicas individuales y colectivas.
Los Gobiernos de Unión de Centro Democrático
-hasta 1982-, liquidarán jurídicamente el Estado franquista, concitarán un
pacto social de todas las fuerzas políticas, reorganizarán- al amparo de la Constitución de 1978- los
aparatos y poderes del Estado y se propondrán la solución
de la crisis económica. En febrero de 1981 una partida de
guardias rurales -la Guardia Civil- pretende un golpe de Estado.
Cuatro elecciones democráticas desde Octubre de
1982 significan la instauración de gobiernos del Partido Socialista, la firma del Acta de Adhesión a las Comunidades
Europeas, en 1985/86, el ingreso en la fuerza militar de la NATO y la
reinstalación de España en el mundo internacional, fantasma perseguido por los demócratas
españoles
desde siempre. España vuelve a la normalidad dirán los gacetilIeros. Y comienza por volver la vista a
América. como siempre en los períodos progresistas.
Desde el punto de vista cultural, la herida y la
experiencia del franquismo pervivirán por mucho tiempo en España: no se educa impunemente a varias generaciones
en el temor, la ignorancia, la aversión a lo extranjero, la ausencia de
curiosidad, no se las aísla, no se despliegan extraordinarios sistemas de
censura, no se persigue al espíritu libre, no se condena la originalidad, no se liquida la
tradición política -haciéndola desaparecer de los libros y las
calles y plazas públicas- con tanta
saña y tan metódicamente como para que en quince años -desde 1977- la
juventud
sea otra. Probablemente el hilo con lo anterior al 1945, al
1939... ya no se anude jamás.
Se ha firmado (Lerena) que desde el punto de vista de
la implantación y desarrollo de la educación moderna en España, el franquismo no corta
nada, no interrumpe nada:
no hunde estadísticas ni quiebra sistemas educacionales, por lo demás casi
inexistentes... Que hay que acotar un ciclo
de 60- 75 años y situar ahí la historia de la educación en España: que el modelo
liberal aún no trinfante vive una transformación, que por años existe una variante
tecnocrática de dicho modelo.
Sin duda puede hablarse
así. Y la acribia del historiador lo requiere. Pero el franquismo fue como el
fascismo,
como el salazarismo, el gomecismo, etc... una derrota
moral, cultural, intelectual, educativa. Aunque convendremos que los valores de una verdadera educación
democrática no se alcanzarán en España sino en el ámbito de la
restauración democrática a partir de 1978.
La educación franquista entre 1945 y 1975
En 1945 se consuma la liquidación del modelo de escuela pública de los años
Treinta, un modelo -el de la
escuela única-unificada- enunciado en la Constitución
republicana de 1931, cuyo despliegue fue muy conflictivo
por la pugna entre el Estado y la Iglesia, por la dificultad de
instaurarlo en tan poco tiempo -los cinco años de Repúbli
ca, de 1931 a 1936-, por la característica laica de su implantación. De modo que puede
afirmarse que la escuela
de la postguerra española es sistemáticamente, la antítesis
de la escuela republicana: integrista en lo religioso, confesional, muy reglamentada y
vigilada, que separaba a los diez
años a los alumnos destinados a la Secundaria, una
escuela basada en el patriotismo, la autoridad, el sentido jerárquico. Fundamentalmente una
escuela católica, pero
con las características del catolicismo episcopal español, de
la declaración de los obispos españoles de 1937, apoyando
a Franco y afirmando que la Guerra Civil era "cruzada".
La escuela fue, como casi
siempre, un terreno de
disputa ideológica entre las diferentes facciones del franquismo, especialmente la Iglesia y Falange
Española,
que aspiraba a colocar a la institución escolar al servicio del
Estado, un Estado separado de la
Iglesia. El aparato de la
Iglesia estaba integrado, además, por numerosas instituciones, asociaciones, federaciones que habían
tomado parte
muy activa en la obstaculización de la política educativa de
la Segunda República. La Iglesia va a decidir muy tempranamente -prácticamente en plena Guerra Civil y luego
sostenidamente a lo largo de los Cuarenta- que el Estado es
subsidiario en materia de educación, tesis principal en la
encíclica de Pío XI Divininlius Magistri, que se verá plasmada en la Ley de
Enseñanza Primaria de 17 de julio de 1945:
"La nueva ley invoca entre sus principios inspiradores, como el primero y más fundamental, el
religioso. La escuela española ha de ser,
ante todo, católica (...) Se reconoce a la Iglesia
el derecho que de manera superinminente, e
independiente de toda potestad terrena, le corresponde para la educación por títulos de
orden sobrenatural. .."
La realidad era más dura que la vieja letra: entre 1939
y comienzos de la década del 50 se depuró a quince mil
maestros, casi el 30% de los existentes en 1936 (Navarro):
se les prohibió enseñar, se les fusiló, se les desterró, se les
inhabilitó o se les obligó al exilio. Apenas se construyeron escuelas, se creó una dura atmósfera donde sobrevivir y se
reglamentó hasta la vida privada:
"El Maestro (...) no sólo tiene que ser un práctico
en sus deberes religiosos sino que tiene la
estrecha obligación de propagarlos y enseñarlos no ya en la escuela
solamente, sino fuera de ella, puesto que su misión no termina con la
hora de clase, sino que el Maestro es el maestro
en todos los momentos de sus actividades (...)
Hombre que con el ejemplo de sus actuaciones
fortifique ideales e inicie a quien los tenga;
español cien por cien (...) fervoroso en el cumplimiento de sus deberes religiosos con la
valentía de un verdadero católico..."
(Marques Sureda)
Aquella Ley de 1945 redujo la escolaridad obligatoria
a sólo seis años, frente a la reglamantación de 1923, que la
encuadraba entre los 6 y los 14 años. Puede afirmarse que
no se hizo nada por mejorar cualitativamente incluso aqueIla reducción y hasta los años Cincuenta apenas
se construyeron escuelas.
El Bachillerato en España
-es impropio hablar para
entonces de Secundaria, ni política, ni social, ni pedagógicamente- ha sido siempre un
sainete, espejo trágico de la estructura social española: ni como canal de
movilidad ideológica ha funcionado en España un Bachillerato Moderno. Hubo,
incluso, un ministro de educación -ya
en los Sesenta: Manuel Lora Tamayo, 1962-1968- que llegó
a afirmar que era mejor no tocarlo: cada vez que se modificaba, se estropeaba
más.
Pero naturalmente eso es un
proceso: el Bachillerato
fue el terreno propio del aparato escolar privado: en plena
Guerra Civil se suprimieron más de 50 centros -casi todos públicos- de segunda
enseñanza. Temas marcadamente
ideológicos para aquella España como la coeducación estiraron un poco más la estadística
-había que crear Institutos
femeninos separados de los masculinos- hasta 113 Centros
en 1939. Desde entonces y hasta 1960 apenas se crearon
más institutos: no llegaron a diez. Esta política, basada en
asignar a la Iglesia el territorio del Bachillerato impidió el
ensanche del clásico embudo educativo liberal, lo agravó -por la lenta pero segura recuperación
demográfica-,
cerró a las clases populares la segunda enseñanza y la Universidad:
España, el mundo
hispanohablante, la burguesía de
los Treinta, produjo una teoría cultural de las clases
medias altas, Misión de la Universidad, de José Ortega y Gasset, cuya
crítica hecha está. Pero no sólo era un
producto maduro e inteligente de aquel tiempo desde la
perspectiva de un insigne intelectual orgánico de la mesocracia, sino que, en
parte, se nutria de algunos aspectos
criticos de movimientos sociales de época, como la reforma
Universitaria que desde 1918 se desplegaba en América Latina.
La Universidad española de los Cuarenta y primeros
Cincuenta se construyó sobre una vana retórica:
"Por una Universidad Imperial"
"Para el español no hay más que una posible
escala de valores. aquella que tenga valor de
eternidad {...) Cuando el español se desgarra
sus entrañas y aparece con sus vicios y defectos, es típico, pero no universal. El español
hylico, visceral. no puede aspirar a crear su
universidad; pero cuando descubre que el
cosmos y el hombre en si no agotan el horizonte,
sino que lo rellenan insuficientemente, cuando
sabe que la existencia sin la trascendencia es
orgullo demoniaco y frío, es entonces cuando
adquiere verdadera categoría ecuménica (...)
Es ahora cuando España puede tener su universidad."
"Porque cuando el Imperio español es, fundamentalmente y por encima de
todo, un modo de
cultura (...) España tiene en esto su mejor misión. El Imperio sobre América del
Sur, será un
Imperio de Cultura. Cuando de allí vuelvan sus
ojos a los modos que tenga el español de resolver las contingencias y las esencias de la
vida,
la reconquista estará hecha y el Imperio fundado".
(López Ibor)
Y la represión: la depuración sistémica de los claustros universitarios, el terrorismo
académico, con sus variadas formas: desde la acusación a quienes no podían
defenderse hasta la simple delación por haber sido profesor de los
claustros republicanos, la Universidad española liquidó en
muy pocos años -prácticamente hasta los Sesenta- la
tradición acuñada en años de lucha y de lenta edificación
bajo la égida de nuevos maestros: jamás volvería a ser la
tierra donde crecieron, libres y originales, bancadas de artistas,
educadores, políticos, como los de la generación de
García Lorca, la del 27, la de la República. Y eso ha
constituido una enorme rémora histórica en el desarrollo de
una cultura política española y en el nivel educativo y
cientifico del país.
Se creó una Universidad cuartel doctrinalmente
falangista e imbuida del espíritu confesional católico de la época: la Ley de Ordenación Universitaria del 29 de julio de
1943 codificó. todo eso y creó el Sindicato Español Universitario, de
afiliación obligatoria, que mantendría su hegemonía hasta el cambio sociológico de los años 60:
"La Universidad que se instaura en la presente
Ley nace como corporación a la que el Estado confía una empresa espiritual: la de realizar y
orientar las actividades científicas, culturales y
educativas de la nación con la norma de servicio que impone la actual Revolución española
(...) La Ley, además de reconocer los derechos
docentes de la Iglesia en materia universitaria,
quiere ante todo que la Universidad del Estado
sea católica (...) y exige el fiel servicio de la
Universidad a los ideales de la Falange,
inspiradores del Estado, y vibra al compás del imperativo y del estilo de las
generaciones
heroicas que supieron morir por una patria
mejor".
El Régimen mostró, asimismo,
su cara populista en varias vertientes: las misiones culturales (Juez Vicente)
-continuadas en las actuaciones alfabetizadoras posteriores- y en el control
y encuadramiento de la población juvenil creando el Frente de juventudes en
cual fue obligatoria la afiliación a partir de 1941, así como en la
Sección Femenina de Falange.
Para entonces -años Cincuenta- España fue admitida
en la Organización de las Naciones Unidas (1955), se firmó el Concordato
de 1953, que confirmaba la dependencia doctrinal del sistema educativo y los
Estados Unidos desplegaron bases militares en territorio español, al
suscribir los Acuerdos Hispano-Americanos, que significaron una importante
dejación de soberanía en un régimen político que se autodenominaba
nacionalista. Se había asentado el poder de Franco y construido el
andamiaje corporativo-orgánico de la Dictadura: las Leyes Fundamentales
del Estado, La Ley de Sucesión, el Fuero del Trabajo. Son los años del
comienzo de la industrialización y el final de la autarquía: la
estabilizaciñon económica desde 1957 aproximadamente.
La escuela rural
unitaria -un maestro por pueblo, con todos los alumnos en un aula, con la
vivienda adosada a la escuela, con sueldos de miseria, constituyendo junto
con el cura y el jefe de la guardia civil, como la canción de Serrat, las
máximas autoridades locales- fue la estampa clásica de la educación en
España en aquel tiempo. La graduación escolar, iniciada a comienzos de
siglo, parecía abandonada y estadísticamente era irrelevante. La primera
campaña de alfabetización, del franquismo data de marzo de 1950. Durante
más de diez años se trató de remediar la situación de extrema
precariedad cultural en que se encontraban
zonas del país como
Andalucía, Canarias, la Mancha y
rincones de Galicia, Extremadura o Levante.
Es la época de mandato de un Ministro de Educación
de singular fortuna propagandista hasta ahora mismo:
Joaquín Ruiz Giménez, demócrata cristiano, la fue entre
1951 y 1956, en sustitución de José Ibáñez Martín, el
ministro de los años duros, de imborrable recuerdo por lo
sistemático de la represión y el afán integrista de su misión.
Ruis Giménez apenas hizo nada porque no son verdaderas
las alrededor de cinco mil escuelas que la estadística oficial
dice que se construyeron durante esos años. Es verdad, en cambio. que aquellos años son el comienzo legal de un plan
de construcciones escolares que terminará desarrollándose
con su sucesor, Rubio García-Mina, ministro hasta 1962.
En 1949 el 70% de los alumnos de bachillerato estudiaba
en centros religiosos y un 21% en institutos nacionales. No será
hasta comienzos de los Sesenta cuando se iniciará la expansión
estadística del Bachillerato. diversificando la tipologia de centros,
aumentando su número y tornando el Estado el peso de esa
política sobre todo en las zonas rurales.
La destitución de Ruiz Giménez se debió a incidentes
universitarios en Madrid, la que ha dado lugar a un relato
épico de la rebelión universitaria durante el franquismo que
alimenta las nuevas biografias de la vida política española
actual. Ciertamente los jóvenes que llegaban a la universidad a mediados de los Cincuenta pertenecían a una
generación posterior a la de la guerra civil y la composición social
y demográfica del país estaba cambiando. Pero conviene
recordar que la Universidad seguía férreamente controlada,
que el porcentaje de estudiantes era mínimo con respecto a
la todavía menguada escolaridad de entonces y que el peso
político de la Universidad -salvo en el capítulo del orden
público y policial- era inexistente.
Suele decirse que 1959 fue decisivo atribuyendo a la
implantación de un plan económico estabilizador -e internacionalmente
homologable- las perspectivas de desarrollo económico de la
década que siguió. Los Sesenta
reflejan extraordinariamente bien lo que fue el franquismo,
cuando dejan ya de firmarse masivamente las sentencias de
muerte originadas enjuicios sumarísimos, cuando se inicia
un proceso inmigratorio interior que habría de volver del
revés la estructura social y económica de España y cuando
se inicia un sostenido período de acumulación que pondria
el acento en la modernización económica pero sin mover un
ápice del sistema político y las
referencias culturales propias de una dictadura "tecno-empírica". El famoso "Estado
de obras" que volvería a teorizarse en la época final del
franquismo.
En 1956 se iniciaría un plan de construcciones escolares que edificó 23.000 aulas. Pese a
ese esfuerzo, cuando
se inicia en España la planificación normativa, el llamado
Plan de Desarrollo de 1964 estimaba en casi 28.000 el
número de aulas necesarias, aproximadamente la misma
cifra que al comienzo de la experiencia republicana, lo cual
en esa fecha era una estimación errónea como mostraría la
experiencia: no se tuvo en cuenta el crecimiento vegetativo
de la población y el deterioro de lo existente y aquella
España que emigraba del campo a la ciudad, con las
consiguientes bolsas de analfabetismo y desescolarización. Cuando se arribe al final de la década
se estimarán en casi
1.400.000 los puestos escolares necesarios.
El Bachilletato se extendió definitivamente en España,
eso sí, con todas las características tradicionales del siglo
XIX. El franquismo había creado "su" Bachillerato por ley de
20 de septiembre de 1938, en plena Guerra Civil, con una
finalidad y un contenido currícular -diríamos hoy- de
acuerdo al papel social que tenía que desempeñar: preparar
para la universidad a quienes por condiciones de clase
podían optar a ella. Segregar la primaria, fragmentar a la
población, imbuir los principios filosóficos y doctrinales del
Régimen y someter todo eso a un severo Examen de Estado
al final de siete años de estudio.
A lo largo de los Sesenta comienza la construcción de
Institutos, en el marco de una política de extensión por
medio de una geografia muy variada de Centros, en
cooperación con ayuntamientos y financiación privada.
Será el Estado quien se ocupe de los lugares que la Iglesia
no quiera ocupar en ese proceso de secundarízación del
sistema educativo español, de modo que si a finales de los
Cincuenta menos de un 20% de alumnos acudían a Centros
estatales, a comienzos de los Setenta la tendencia se habrá
invertido y el 51% de los alumnos serán "oficiales" como se
decía en el lenguaje de la época.
Se renuevan los programas -1953-, se crea la Enseñanza Media profesional y cada cinco
años más o menos se
reformará legalmente el Bachillerato: planes de 1938, 1949,
1953, 1957, 1963, 1970y 1975, nada menos. Efectivamente Lora Tamayo parecía tener razón, aunque el
porcentaje de
alumnos de bachillerato aumentó durante la década de los
Sesenta en más de un 300%, cursando unos estudios
fragmentados en dos ciclos -Elemental y Superior-, con sus
respectivos exámenes de grado y propiciando un tímido
inicio de profesionalización secundaria.
El maestro seguía siendo un relegado social como
refleja su menguada economía: a principios de los Sesenta,
un maestro cobraba menos que treinta años antes: Navarro
reproduce el siguiente cuadro:
En 1964 un maestro barcelonés publica estas cifras,
extraídas de la prensa diaria:
Un maestro gana, como sueldo inicial... 1.820 ptas/mes
Un maestro gana, con 23 años de servicio... 2.037ptas/mes
Un maestro gana, a punto de jubilarse... 2.223 ptas/mes
Una secretaria de Caja de Ahorros... 8.833 ptas/mes
Un peón especializado... 8.000 ptas/mes
Un ordenanza del Banco España... 3.700 ptas/mes
En 1964 se extendió la escolaridad obligatoria hasta
los 13 años y se había instaurado la exigencia de un
certificado de estudios primarios para acceder a una ocupación laboral. El Primer
Plan de Desarrollo (1964-1967) no
cumplió la planificación prevista aunque construyó 12.000 aulas. El Segundo Plan de Desarrollo (1968-1971)
contemplaría procesos de concentración y
comercialización escolares, construcción de 25.000 aulas, siempre contado con
déficit enorme en cuanto a la escolarización de una población en franco crecimiento. La graduación escolar avanza
lentamente ya mediados de los Sesenta la mitad de las
escuelas eran todavia unitarias. Al final del franquismo, en
1975, estaban en franca liquidación, representando menos
del 7%.
Todo ello respondía a un cambio social como nunca
antes -el Régimen celebró los "25 Años de Paz" a bombo y
platillo- en la historia de España: la población agrícola, descendió a la
mitad, millones de españoles emigraron
,
dejando abandonados en muchos casos sus pueblos y aldeas, disminuyeron las poblaciones medias y aumentaron
espectacularmente las ciudades de alrededor
de cien
mil habitantes. Había que cerrar escuelas, transportar
alumnos, crear nuevos centros en las ciudades ahora sobre
pobladas, edificar ciudades dormitorio, desarrollar los transportes, manejar
como nunca las estadísticas escolares, ser
moderno sin dejar por ello de ser diferente: "Spain is different" era un lema
turístico por excelencia, con lo que se justificaba, de paso, la singularidad política del régimen,
político de dictadura
corporativista, también llamado eufemísticamente de "democracia orgánica".
La modernización pedagógica ha sido elocuentemente
inventariada [Escolano, 1992a]: Existían ya los estudios
universitarios de Pedagogía en cuatro Universidades -una
de la Iglesia- se estaba produciendo un cierto relevo
generacional en la "intelligentsia" educativa, todavía duramente disputada por algunos de los grupos de presión del
franquismo, en este caso, el Opus Dei, que copó la educación española casi hasta el final de la dictadura y más acá.
Además se habían creado -por la influencia de las
políticas de organismos internacionales como UNESCO-
centros de estudio y planificación de la educación que
pretendían sostener la formación continuada de los maestros,
principalmente; se trabajó con base a las estadísticas,
situando a expertos en puestos de la política educativa y
España fue incluida en programaciones como el Proyecto
Regional Mediterráneo (1961).
A Ruiz Giménez le había sustituido como ministro de
educación Rubio García-Mina, promotor o ejecutor de una
gran cantidad de medidas de aceleración y modernización
del sistema educativo.
En 1963 se había iniciado la segunda campaña de
alfabetización y promoción de adultos, en conexión con programas de cualificación de la mano de
obra, que en ese
tiempo emigraba masivamente a las ciudades. El objetivo no
sólo era alfabetizar a los mayores de 15 años sino dotarles
del certificado de estudios primarios antes citado y hacerlo
mediante una oferta y una presión social. La campaña duró
cinco años y la llevaron a cabo más de 300.000 personas; se
crearon miles de aulas para analfabetos y todo un aparato
de medidas complementarias y material para neolectores. En 1973 esa alfabetización de adultos se daría por
concluída,
aunque las estadísticas no eran todavía -nunca lo serian-
demasiado boyantes. mostrando porcentajes -entonces de
casi el 7%- que no cesarían de incrementarse por causas
sociales y económicas. Pero era el final de una etapa y el
comienzo de la política de educación de adultos, que pertenece a otra óptica académica y profesional.
El populismo del Régimen fue una de sus
caracteristicas esenciales: la movilización de agentes e instituciones como Acción
Católica, la sección Femenina de Falange,
congregaciones religiosas. Servicio Universitario del Trabajo, la creación de Institutos Laborales
(1949), la Organización Juvenil Española -que pretendía modernizar al
demasiado parecido a la Balilla fascista, Frente de Juventudes-,
la ley de educación Física de comienzo de los Sesenta, la red
de Universidades Laborales:
Como expresión del enfrentamiento, de la existencia
-o coexistencia- de las diferentes familias ideológicas del Régimen, a lo largo de su historia se crearon subsistemas
educativos, debidos en gran medida a la necesidad de
atender a esas políticas populistas a las que aludíamos. Un
caso curioso lo constituye el de las Universidades Labora
les, que existen entre 1950 y 1979. Fueron un intento
falangista de apropiarse de una cuota de sistema educativo,
fracasada su presencia en los años posteriores a la Guerra.
El Ministro de Trabajo -falangista- que lo llevó a cabo fue Girón. Se trataba de dedicar partidas presupuestarias de
las mutualidades y sindicatos obreros a la erección de un
sistema específico, que en su fase terminal permitiera el
acceso a la Universidad. Comenzaron a funcionar en 1956 y constituyeron una geografia escolar monumental, sólo
comparable a los antiguos colegios de algunas órdenes religiosas. Sevilla, Tarragona,
Gijón, Córdoba albergaron
grandiosos edificios -en la línea fascista- monumental de la
arquitectura del Régimen, cual el Valle de los Caídos, en las
afueras de Madrid, donde está enterrado Franco que proporcionaron promoción social a más de 25.000
alumnos, hasta 1972, en que se integran en el Ministerio de Educación. En su periodo final hasta
1976 las
Universidades Laborales pasaron a organizarse como centros de
Enseñanzas Integradas, dispensando educación a niños,
jóvenes y adultos: una veintena de Centros, que acogían a
más de 45.000 alumnos.
El Ministro Villar pasará a la historia por ser el
impulsor y el ministro durante cuya administración se
promulgó la Ley General de Educación de 1970, que junto con la Ley Moyano de
1857 y la Ley de Ordenación General
del Sistema Educativo de 1990 son las tres cumbres de la
política educativa española desde su existencia, esto es,
desde finales del siglo XVIII.
A finales de los años 60 la situación educativa
española poco tenía que ver cuantitativa y cualitativamente con la
de 20 años atrás, salvo en la participación del Estado en los
Presupuestos de educación. El marco legal seguía siendo,
pues no había sido derogada, el de la Ley de 1857. Las
numerosas reformas parciales, los desarrollos educativos a
que nos hemos venido refiriendo, la nueva situación social
y la homologación a las políticas de la época de la educación
como desarrollo, incluyeron a España en el diseño de las
políticas educativas universales. En 1969 se publicó un
Libro Blanco de la Situación Educativa en España, cuya
segunda parte estaba constituida por las bases para reforma de la educación. La Ley de 1970, pues, significó ante
todo el intento de introducir definitivamente la educación
moderna en España, definiendo la estructura de la educación básica para todos hasta los 14 años, con un
Bachillerato de 4 orientado específicamente a la universidad, con
una Educación Profesional destinada a los fracasados del
sistema.Y una reorganización de la Universidad y la instauración de nuevas titulaciones. Sobre todo, significaba
modernizar la primaria, agitar a los profesores -desapareció la
denominación de maestro-, renovar los programas, introducir la tecnología en la escuela, definir una carrera
docente, establecer un esquema meritocrático-tecnocrático. Era
establecer definitivamente la modernización en la enseñanza en España. luchar contra la critica radical que
comenzaba a extenderse por el mundo -en 1969 fue un año de
Estado de Excepción en España- y asimilar la estructura
educativa a la productiva, si se me permite repetir el tópico.
La Ley de 1970 acabó legalmente con la situación de
subsidiariedad del Estado en materia de educación:
"es responsabilidad (del Estado) la función
esencial de formular la política de este sector,
planificar la educación y evaluar la enseñanza
en todos sus niveles y centros"
y más adelante se ratificará para la educación "la consideración de servicio público fundamental".
La Ley acabó,
asimismo, con el sistema dual del final
de la enseñanza primaria y se extendió la obligatoriedad
hasta los quince años el prescribir que quienes no continuasen el Bachillerato
debían seguir una formación profesional
de dos años. No sólo se quIso escolarizar totalmente a los niños de entre 6 y 13
años, inclusive, sino que se dictó una
normativa sobre centros docentes, un diseño de colegios nacionales. unas necesIdades de
espacios, recursos, etc...
Realmente hacía falta escolarizar a un millón de niños.
La realidad se impuso: no hubo
dinero porque no hubo
prioridad política para tamaño esfuerzo. Algún día podremos
conocer realmente la verdad de aquella historia, pese a que
algunos protagonistas cuenten cuentos de ciego (Diez Hochleitner. 1988). Hubo además. una mala
asignación de
recursos y mala administración y -aunque parezca increíble- no se contabilizó
adecuadamente la avalancha demográfica. Y nació la chapuza española: las aulas
prefabricadas, el doble turno por necesidad, locales habilitados en
malas condiciiones. Al comienzo de la Transición había
todavía más de 700.000 alumnos mal escolarizados, especialmente en los 14-15
años. Y se olvidó el preeescolar, que
quedó prácticamente fuera del sistema educativo.
El Bachillerato fue un
fracaso, como había advertido
Lora Tamayo. El cuerpo de Catedráticos de Institutos liquidó los aspectos cualitativos de los tres cursos de estudios y
del Curso de Orientación Universitaria, que precedía al
ingreso en la Universidad. No sería la última vez de un
suceso tan paradigmático y de la labor de obstrucción de los
cuerpos docentes.
La Universidad continuaba su agitada vida, tras las
luchas de fines de los Sesenta, los cambios de planes de
estudio y la permanente presencia de rectores comisarios,
ViIIar, sustituto de Lora en 1968, creó Universidades "autónomas", aumentó el número de
ellas, diversificó los centros
por ciclos y pagó mejor que nunca a los profesores estables,
aunque los contratados temporal y económicamente aumentaron vertiginosamente hasta constituirse en un
problema fundamental para el futuro de la universidad. Nunca
como entonces se han dedicado tantas horas a asambleas, huelgas, se ha politizado tanto a la Universidad y sin
embargo no ha surgido de ella ningún movimiento de
reforma social, atada como estaba a la dura represión tardofranquista, con los
claustros repletos de policías de
civil. En 1969 la policía asesinó al estudiante Enrique
Ruano y tales circunstancias aún no han sido aclaradas. En
realidad la ley no podía arreglar el problema político de una
Universidad enfrentada al franquismo. Se pedía la democracia.
Se programaron diez años para extender
definitivamente la reforma. No fue así: las luchas intestinas por el
presupuesto, las resistencias a que el Estado tomara la
iniciativa en el terreno educativo -pese a que consagraba,
tratando de corregirla, la situación de la enseñanza privada
a la que ahora pasaba a subsidiar: situación que no han
podido corregir los gobiernos posteriores a 1977-, el final
del Régimen: los efectos de la Crisis del Petróleo, la presidencia del Gobierno del
Almirante Carrero -con su singular
Ministro de Educación, Rodríguez, sustituto de ViIIar-, los
últimos meses de Franco, todo ello hizo que la puesta en
práctica de la Ley fuese parcial y ralentizada.
En 1975 los españoles vivieron bajo el terror. El terror
de quienes ponían bombas y asesinaban a policías en nombre
-se decía- de la libertad y el Terror de Estado que
hacía que quien llamaba a la puerta de madrugada no fuese
nunca el lechero. Franco murió en noviembre de aquel año
en medio de la campaña internacional en contra de las
sentencias de muerte que tribunales militares habían dictado contra miembros de bandas armadas.
Para entonces la televisión comenzaba a ser en color,
el analfabetismo se había reducido a una cifra política funcional, la escolarización se extendía al amparo de la Ley
1970; comenzaba a conquistarse la libertad de imprenta; a
pesar de la salvaje política de industrialización -que arruinaria el medio ambiente para las dos generaciones
siguientes- Ia primera industria del país seguía siendo el turismo;
varios millones de españoles eran mano de obra barata en
países europeos; la Universidad vivía en plena transformación.
Y llegó la democracia, tras dos años de interinidad
postfranquista, en junio de 1977. En plena crisis económica
occidental -la Crisis de Empleo- y sin que los españoles se
hubieran enterado.
La vía española a la Transición Educativa
Con Franco o Contra Franco los efectos ideológicos de
la planificación educativa de finales de los Sesenta y los
primeros Setenta se habían asentado en la mentalidad española. La educación
era un valor establecido y las
familias tendían a disminuir el número de hijos, asegurando un mayor bienestar a sus
retoños, para los que pretendían el mejor nivel de estudios. Los problemas que se
plantearon a partir de 1976-1977 se referían a aspectos
educativos generales: calidad de la enseñanza, reducción
del analfabetismo, la nueva educación de adultos, la definitiva implantación o
derogación de la Ley de 1970, el papel
y formación de los profesores, la nueva misión de la Universidad y el lugar de la ciencia. ..; a
aspectos ideológicos: cómo
organizar todo eso desde el pluralismo político y una sociedad libre y democrática...; a
temas de planfIcación: cómo
reorganizar el papel del Estado y la "Sociedad Civil" en el
terreno educativo...; a la política educativa: la educación y
el nuevo modelo de Estado, todavia por dilucidar .¿Se
trataba de una nueva historia?
1- La transición a la democracia se inicia en España
con la aparición en la vida política de una generación que no
sólo no vivió la Guerra Civil, sino que se educó en los años
Sesenta, lo que supuso suficiente distancia cronológica
como para no sentirse obligada con ningún legado, salvo el
de la pacificación y la libertad, tal vez también la igualdad.
Probablemente, en el terreno de la educación y la cultura,
la Transición consista en la coexistencia de varias tradiciones en la arena
pública a partir de 1976/1977:
-
el legado del tardofranquismo, el proceso
modernizador y desarrollista, el modelo educativo tecnocrático, interrumpido por la crisis
económica y la involución política de mediados
de los años 70. La "generación del Príncipe", la
inversión y normalización de la curva demográfica que ha estudiado De Miguel ( 1987) y la
revocación de la Ley de Educación de 1970. También, la evolución de la pedagogía
española desde una situación de dependencia y colonización (Pineda Arroyo, 1987);
-
el exilio
interior, la recuperación de aspectos del legado republicano, lenta e
intemitente
que ha estudiado y actualiza Elías Díaz (Díaz,
1978). La confluencia con las alternativas desde comienzos de los años 60: las alternativas a
la enseñanza. que surgen y proliferan a mediados y finales de los 70;
-
el exilio exterior. El retorno de los
exiliados, su reintegración formal a la nueva situación democrática, donde apenas ejercen influencia
pedagógica, cultural y educativa. Es un "fraca
so" propio de los años de la Transición. Jamás
se plantearán en clave de la tradición, la experiencia y la sabiduría que representa dicho
exilio, los problemas educativos de la España
de los 80. Es una estigmatización histórica,
incomprensible culturalmente porque de lo
que se trataba era precisamente de mayor y
mejor educación para el pueblo de España,
justo el ideal civilista que truncó la Guerra;
-
el repliegue de las políticas educativas
universales desde comienzos de los 70. La nueva
situación internacional. La nueva división del trabajo. La
política de fin del aislamiento político español. La transición como
incorporación definitiva al mercado mundial, también en las formas
políticas, una Modernización (Mansilla, 1986).
2- La
Transición, por tanto, es un ciclo corto de
educación de una nueva generación, que integra elementos diferentes:
-
Sociológicamente,
franquismo y antifranquis
mo.
-
Educativamente, detención y
fracaso de la
política modernizante de 1970; movilizaciones
en pos de nuevos modelos educativos; peso
importante de lo privado en el régimen de las escuelas; excentricidad de los estudios de
Ciencias de la Educación con respecto a la movilización popular.
-
Políticamente, transición pacífica de un
Régimen autoritario a un nuevo modelo de Estado.
Nuevas relaciones intemacionales. Nuevas
relaciones entre las burguesías que
secularmente habían apuntalado al Estado.
Modelo político, una Constitución de consen
so, la de 1978.
-
Un doble proceso
cronológico: liquidación de
los aparatos de Estado franquista,
neutralización de las alternativas políticas extremas y un lema: Que circulen las ideas y los
capitales. Por ello, la programación social y
política mezcla las tendencias realistas y
legitimistas y se enuncia un doble mensaje:
modernización con democratización y se programan el ajuste y la expansión o
redistribución.
-
Pedagógicamente:
- la iniciativa de
reformas la enarbolan los
cuerpos de docentes, sindicatos o corporaciones profesionales y las movilizaciones
confesionales, en nombre tanto del antifranquismo,
el nuevo código democratizador e incluso la política educativa desde el
MEC, neutralizando las algaradas. Pese a ello, la "intifada"
escolar de la primavera del 88 (Viñao, 1992) y el movimiento docente han
hecho descabalgar a un ministro de educación.
- los pedagogos apenas gozan de presencia
pública y sólo recientes campañas de moralización social les señalan como
expertos. Están infrautilizados politica y técnicamente. Los
puntos de toma de decisión son pocos y no pertenecen a esos círculos.
Causas: oleada contra los estudios Universitarios de Educación, en varios
sentidos: recelos antifranquistas
contra las Secciones de Pedagogía -reinstaladas
en los Cuarenta y Cincuenta-, situación científica preparadigmática, neonormalismo
(Lo zano, 1988):
- guerra escolar, bajo formas democráticas y
sin producir los desgarros sociales de los años
30, El Estatuto de Centros Docentes de 1980,
la Ley Orgánica del Derecho a la Educación
(LODE), de 1984, el Estado de las Autonomías, las relaciones Iglesia-Estado, configuraron un
"pacto escolar" que se tradujo en un mensaje
de convivencia y modernización, con numerosas ausencias:
* Se ha respondido a las urgencias. Más a los
problemas de masificación que a los de
democratización de la educación. Expansión cuantitativa de la escolaridad en todos
sus niveles. Deterioro de la calidad del
aprendizaje que se ofrece. Menosprecio de
los años de estudio en el mercado de trabajo.
* ¿Qué hacer con quienes no habian hecho
el Bachillerato y provenían de la Educación Básica?
* Identificación de modelos de formación.
* El problema de las políticas de la lengua/las lenguas. no resuelto como tampoco la
coordinación o segregación de las políticas estatales y regionales.
* Evolución del modelo de
desarrollo de la
ciencia y la técnica. Reestructuración de la
infraestructura de investigación educativa.
* Privatización / profesionalización de los ciclos superiores de la Tercera
Enseñanza.
* Redefinición de la educación básica.
* Segmentación interna del sistema educativo.
* Vaciamiento de contenidos socialmente
significativos en los circuitos pedagógicos
destinados a los sectores populares.
* Valoración negativa o exenta de las políticas de
-vínculo educación-sociedad,
-calidad de los estudios,
-renovación de los curricula escolares.
* Localización de los subsistemas educativos españoles en el marco de los espacios
educativos europeos.
Por todo lo dicho, los años 1977 a 1992 han sido
apasionantes en la vída española: se ha escolarizado prácticamente al 100% de la población en edad escolar , se está
dando el tránsito del Bachillerato a la Educación Secundaria -aunque el
corporativismo de colectivos docentes y el carácter de cajón de detritus
social que siempre ha tenido la Educación para el Trabajo, la Formación
Profesional- hagan ese proceso impredecible. La Universidad, que sigue
siendo mayoritariamente estatal por la secular incuria del
capitalismo español que prefiere que la formación la dispense la universidad pagada con fondos
públicos, ha duplicado
el número de alumnos y las pruebas de selección siguen
siendo superadas por el 90% de quienes optan a ellas. Se
ensayan experiencias para renovar la educación de Adultos
y los programas de Educación Compensatoria, luchando
por atender la diferencia y propiciar la igualdad. Finalmente, como siempre en
España, se ha aprobado la Ley de
Organización General del Sistema Educativo, en 1990, que
extiende la escolarización obligatoria hasta los dieciseis años, crea otro
Bachillerato, enlaza con la Formación Profesional y multiplica por cuatro las carreras
universitarias,
mayoritariamente acortadas a cuatro años, encauzadas al
mercado profesional.
España es hoy diferente a la de
Malraux, Cappa o
Hemingway. Su Santidad Juan Pablo II colapsa las más
espaciosas avenidas en sus frecuentes visitas. La patronal
de la enseñanza privada -que recibe cientos de miles de
millones anuales de subvención- organiza unas manifestaciones extraordinarias porque no se enseña
obligatoriamente el catecismo en la escuela. Apenas existen fundaciones que sostengan programas educativos o de desarrollo de
la ciencia. Se trata de un país donde existe el mayor parque
de televisores de Europa, donde se lee menos y casi no se
compra prensa diaria. Las encuestas sociológicas yerran
estrepitosamente porque nadie dice lo que piensa al ser
interrogado sobre un tema público.
Hay casi diez millones de
pobres, de esos que no saben
qué van a comer o dónde van a dormir al caer la noche.
También contamos con casi un 35% de analfabetos funcionales y el tipo social medio es un analfabeto oral
secundario,
más súbdito que ciudadano, más consumidor que elector .
Ya no puede hablarse de modelo educativo español
-que, por otra parte, era un calco de la tradición francesa conservadora-, sustituido y disgregado por los poderes
regionales, especialmente en Cataluña, Galicia y el País
Vasco, que luchan por desterrar como lengua de uso la
lengua oficial, el castellano. Hay una nueva división
admnistrativa -más allá del modelo de Estado federal
habitual en otros países o tradiciones- que concede competencias exclusivas o plenas
-atención al distingo- a diferentes regiones, 17, cada una con su Estatuto de
Autonomía,
lo que está haciendo difícil un modelo mínimo de planificación y de asignación y circulación de
recursos.
El Estado -siempre el Estado al hablar de
España-,
asumiendo deberes históricos, dirige el proceso. Hoy es el Estado Evaluador, que trata de inculcar una mentalidad
liberal progresista, cuyo norte es Europa, siempre Europa.
Aunque nunca como antes -casi desde los 30 años- se ha
mirado tanto, se ha querido tanto y se tiene tan cerca a América, con cuya historia reciente se han
comprometido
millones de jóvenes españoles, tal vez sabiendo que el futuro está al Oeste y al
Sur, siempre el Sur, donde se lucha por la
libertad y la justicia en los momentos en que la vieja Europa
muestra un escenario de inmoralidad parecido al de las
antesalas de las pasadas Guerras mundiales.
3- Resumía, en un acto
protocolario, Don Luis Gómez
Llorente -el ideólogo del proyecto educativo del Partido
Socialista antes de 1982 (Gómez Llorente, 1981)- un inventario de tradiciones
que nutrieron las alforjas educativas
para el viaje de la Transición. Al rechazar la contraposición
entre utopía y realidad. rememoró el proyecto de renovación
de la escuela española, designado genéricamente como "Escuela Pública". De aquel proyecto subrayaba el Sr. Gómez
Llorente tres elementos básicos: un ideal participativo, de
inspiración vagamente autogestionaria; cierto énfasis en la
valoración de las lenguas y culturas de las diversas nacionalidades del Estado y el
valor de la escuela como mecanismo reequilibrador de las
desigualdades. Era un modelo
escolar quintaesenciado en tres atributos: ciclo único, escuela
única, cuerpo único de docentes. Se habló aquel día,
bien que de pasada, de esperanzas e impaciencias, también
de decepción. En su respuesta, el Ministro de Educación
hizo de Ministro, esto es, de bombero, apagó las llamas y resumió:
"No se cambian las cosas con sólo proponérselo
(...) No estamos legitimados para escapar de las
exigencias de la acción política, de las diflculta-
des que nos presenta la realidad. .."
(Diario "El País", 31 de enero 1989)
4- La Transición se
muestra, en parte, como expresión
de la disgregación del Estado Oligárquico Liberal Español y
el proyecto de convertir en realidad la declaración de la
constitución de 1978: un Estado Democrático y Social de Derecho. Puede detectarse una cierta crisis
hegemónica:
ningún sector puede detectar como propio -y menos aún
sentir conformidad- lo que sucede en las escuelas.
Por un lado, una ancha franja del sistema educativo
continuará o no teniendo una función ideológica y la franja
del sistema ligada al empleo guiará sus decisiones por
objetivos internacionales de la división del trabajo. Lo más
interesante es que todo ello se nos presenta envuelto en la
idea de progreso, como solución a un problema de atraso,
y solucionable con un diseño adecuado. Sería dificil afirmar
que sólo en eso consiste la crisis. Posiblemente nos hallemos
ante una política de reorganización social -que en el caso
español acentúa sus perfiles por las consecuencias del
franquismo y la recurrente crisis económica- en mucho
parecida a los proyectos liberales de las revoluciones industriales: fundar lo múltiple en lo
uno, lo particular en lo
universal, la diferencia en la repetición, es un modelo de
reconstrucción de la realidad, probablemente un modelo
racionalista-burgués, que se resuelve teóricamente en las
nociones de orden y armonía, poniendo por delante las
grandes ideas civilizadoras occidentales y sofisticando y
multiplicando la represión: "Un mundo donde reinan la libertad, la
igualdad, la propiedad y Bentham", podría ser
muy bien el contradictorio eslogan de estos quince años de
vida española. ¿Un progreso?.
Epifanía desde 1992
En 1992 se comentó y hasta se celebró én
España el
centenario del nacimiento de Franco, que ha suscitado un alud de
publicaciones revisionistas cuando no abiertamente laudatorias. En 1993 un
conocido periodista, Luca de Tena, ha sido premiado por un libro en que se
afirma que durante la Guerra Civil el poeta Rafael Alberti asesinaba
ciudadanos en la checa del Teatro Bellas Artes de Madrid. No ha pasado nada.
Finalmente en plena primavera de 1993 ha fallecido en Madrid el Conde de
Barcelona, padre del Rey, lo que ha originado todo un espectáculo de
psicología histórica: el del prefranquismo de la cultura de masas en
españa: los funerales han reunido el espectáculo de aristocracia,
ejército, clero, banqueros. La noticia se ha escrito hacia atrás: al difunto se le ha llamado Juan III, como si no hubiese habido ni Segunda
República ni franquismo. Se le ha llamado "majestad católica",
como si no hubiese en España una Constitución laica, la de 1978...
1945-1992 es una
etapa crucial en la historia de la España contemporánea. Sus características son sus déficits. La ausencia de República. De esa
cultura política, laica, civil igualitaria, en libertad que significa la
palabra república. Una buena educación republicana. Aún la
busca la
mayoría del pueblo español, que luchó contra Franco, no lo
olvidemos, y perdió.
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