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“LA VIOLENCIA JUVENIL TIENE SU ORIGEN EN EL MIEDO”

Entrevista a VITTORINO ANDREOLI, psiquiatra

 Verona (Italia), 1940
Investigó en Cambridge
Autor de 'Carta a un adolescente' (RBA Integral)


“La rebelión es la capacidad que tiene el hombre de decir NO,
tras valorar lo dado y ver que no es compatible con lo propio.
Siento simpatía por la rebelión, que es individual.
Si tenemos jóvenes rebeldes, la generación va adelante.”

 

 

La adolescencia es un periodo de convulsión general. La actualidad habla de jóvenes que arrasan escaparates durante el botellón, que pegan a sus padres, que humillan a mendigos, que acosan a compañeros de instituto. El doctor Andreoli, consultado como a un oráculo por los magistrados italianos, dice que hay que bajar del pedestal y escucharlos.


--¿Qué está pasando, doctor?
--Si quiere comprender la violencia de un adolescente, debe saber primero qué es el miedo.

--¿El miedo?
--El adolescente está en un periodo de metamorfosis. Kafka supo explicarlo bien: Gregory Samsa se levantó de la cama, vio que era mitad insecto y mitad hombre, y no quiso salir de su habitación. Pues el adolescente siente que es un monstruo o que puede llegar a serlo.

--¿A todos les ocurre eso?
--¡No existe un adolescente que se guste! Si tiene que salir a las 6 de la tarde, a las 4.30 horas ya está delante del espejo. Se cambia 30 veces y a las 5.30 cae en el desconsuelo. Son inseguros. Y ante el miedo hay dos respuestas: la fuga y la agresividad.

--Hábleme de la fuga.
--Cuando el deseo de fuga se prolonga, lleva a la soledad y a la depresión. Las principales causas de muerte entre los adolescentes son el suicidio y los accidentes. Y el 30% de accidentes son suicidios enmascarados.

--La agresividad es menos autodestructiva...
--La lógica es la siguiente: si tengo miedo de algo, intento destruirlo. Me he ocupado de casi todos los casos extremos de Italia y, cuando les visito en el centro de menores, todos acaban llorando a los tres minutos de estar con ellos. Estos héroes de la destrucción, como nos los quieren presentar, son grandes miedosos.

--Pero esta violencia no existía hace unos años... ¿O sí?
--El adolescente de hoy tiene una vida más fatigosa que el de hace 50 años. ¡Mucho más! Entonces, mi héroe era mi padre. Ahora tienen a los padres, los profesores del instituto, los compañeros, la televisión, internet... Los ejemplos de vida se multiplican. Y hoy los jóvenes son ricos en objetos, pero pobres en afectos.

--Estar a la contra es inherente a la juventud, ¿no?
--Hay tres formas de estar a la contra: la transgresión, la oposición y la rebelión. La transgresión es una desviación de la norma, para poder seguirla después. Es el caso de los que queman contenedores. La oposición es hacer lo contrario a lo que se les dice, y esto es una grave dificultad, porque es una forma de dependencia... Y está la rebelión, bien descrita en El hombre rebelde de Camus.

--¿Es la peor?
--¡Al contrario! La rebelión es la capacidad que tiene el hombre de decir no, tras valorar lo dado y ver que no es compatible con lo propio. Siento simpatía por la rebelión, que es individual. Si tenemos jóvenes rebeldes, la generación va adelante.

--¿Por dónde se puede empezar a recomponer el cuadro?
--Por no decir cosas como: "Si apruebas Matemáticas, te compraré la moto". ¡Eso es un contrato! Es infinitamente mejor preguntarle: "¿Te gustan las Matemáticas?".

--Entendido. Más pistas.
--El padre no se puede presentar como alguien perfecto. ¡La primera cualidad de un padre es ser imperfecto! Si un hijo ve que tiene problemas, será más fácil que muestre los suyos. Yo comienzo a valorar más lo que no sé. Quizá porque soy viejo...

--Más paciente, seguro.
--Ocurre que los padres llegan tarde de su infierno, se acomodan en el sofá y ponen la tele... ¿Por qué llegan tan tarde? ¡Si uno quiere ver a su hijo, necesita volver pronto a casa!

--¿Y si eso no es posible?
--Lo importante no es cuánto tiempo estás, sino la intensidad del vínculo afectivo. Y ese vínculo se puede expresar con una simple llamada de 30 segundos, para preguntar cómo está, para contarle alguna cosa.

--Al hijo suele parecerle un suplicio el diálogo paterno-filial.
--¡No es verdad! Lo habitual es que, a la vuelta de la escuela, se lo interrogue. ¿Qué has hecho? ¿Has comido? ¿Con quién vas? ¡Los padres buscan seguridades! El afecto se muestra preguntando: "¿Qué te preocupa?".

--¿Qué les pregunta usted a los considerados violentos?
--Siempre soy puntual. Apago el móvil. Les demuestro que estoy contento de estar con ellos. Y pregunto: "¿Crees que puedo hacer algo por ti?". Y está la comunicación del cuerpo... Sostengo sus manos en la mía.

--¿Hay algún disolvente doméstico de miedos adolescentes?
--Decir: "Estoy contigo, no estás solo". Y quizá añadir: "¿El tuyo es un miedo muy grande? Porque si es muy grande, no voy a trabajar".


 

Entrevista realizada por NÚRIA Navarro
21/3/2006

 

 


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